Al suroeste de la República Dominicana, a 180 kilómetros de la vibrante capital, se encuentra Neyba, una joya resplandeciente que se oculta en el cálido abrazo de la majestuosa Sierra de Bahoruco. Este rincón del mundo irradia belleza natural, reflejada en el imponente Lago Enriquillo, el más grande del Caribe, que se extiende como un espejo de cristal bajo el cielo. Sus aguas murmuran secretos y leyendas a quienes se detienen a escuchar, y en sus profundidades habita una rica diversidad de flora y fauna, convirtiéndolo en un ecosistema único que merece ser protegido.
Conocida como la «Capital de la Uva», Neyba es una tierra fértil donde los veranos largos y cálidos dan vida a un festival de colores y sabores. Los viñedos se despliegan en un tapiz verde, mientras las uvas, con su dulzura y frescura, nos invitan a celebrar la vida. La producción de vino artesanal ha cobrado fuerza en los últimos años, ganando reconocimiento por su calidad y contribuyendo al desarrollo económico de la región, al mismo tiempo que fomenta el turismo enológico.
En Neyba, la agricultura se entrelaza con la tradición, ya que cultivos como el plátano, la yuca y el café son parte esencial de la dieta local. Los mercados rebosan de productos frescos, donde los agricultores comparten sus cosechas con alegría y orgullo, preservando así la conexión con la tierra y sus raíces.
La gastronomía de Neyba es un viaje de sabores auténticos que cuentan la historia de un pueblo que celebra su herencia con cada bocado. Desde el plátano dorado hasta el guiso “chivo liniero”, cada plato se convierte en un poema que evoca la riqueza agrícola de la región.
Neyba es un lugar donde la naturaleza y la cultura se entrelazan, un espacio donde el campo y la montaña se abrazan, invitándonos a descubrir su magia y a ser parte de su historia vibrante.